Vosotras, las familiares,
inevitables golosas;
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.
¡Oh viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!
¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!
Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela
—que todo es volar—, sonoras,
rebotando en los cristales
en los días otoñales…
Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada;
de siempre… Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.
Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.
Antonio Machado
Este curioso y conocido poema de
Antonio Machado pertenece a la sección de humorismos, fantasías y apuntes de las «Soledades» (1899-1907). Pese a su
aparente banalidad, tiene muchas cosas que destacar.
En lo formal, es llamativo el
juego que hace con los versos y la rima a medida que avanza el poema
para reflejar el vuelo de las moscas. Las cuartetas iniciales (8a-8b-8a-8b) se van alternando posteriormente con redondillas (8a-8b-8b-8a) para acabar con una quintilla y una sextilla que comparten rima, como si el vuelo de las moscas se fuera cruzando y el número de ellas fuera aumentando. La variación en el vuelo queda reflejada, por ejemplo, en el verso «perseguidas»
, único de cuatro sílabas junto con «de los muertos» (que quizá también vuelan pronto), y coherente en su brevedad con la rapidez con que una mosca huye. A la idea del incesante vuelo ayudan los
encabalgamientos, que crean una sensación de agobio similar a la de
El vuelo del abejorro/moscardón de Rimski-Korsakov. En relación con estas cuestiones, Ramón de Zubiría dice esto sobre el poema en
La poesía de Antonio Machado (p. 45):
Tiene un movimiento interior tan agitado y sorprendente, que se diría que Machado aspiraba, por la combinación arbitraria de los esquemas de rimas, versos de pie quebrado y encabalgamientos, a reflejar en estas estrofas el arisco y alocado volar de los insectos, saltando de aquí para allá.
Además, tenemos la evidente
aliteración de sonidos típicos del ruido de insectos voladores como [s] y [v], que, sobre todo el primero, se repiten constantemente ya desde la primera estrofa: «Vosotras las familiares / inevitables golosas…».
Pero lo anterior no es más que un juego externo. Lo verdaderamente valioso del poema es cómo
Machado consigue que algo tan corriente y casi desagradable como las moscas —símbolo para algunos de la muerte—
se convierta en un reflejo optimista de la rutina y la cotidianidad de la vida. Aunque las moscas sean «vulgares», «pertinaces», aunque «de puro familiares» nadie las cante, aunque no tengan el encanto de las abejas y las mariposas, han estado siempre ahí, en los momentos de hastío y «de no creer en nada», pero también en los que se empieza a soñar, se han posado sobre «librotes» aburridos, pero también sobre los juguetes y las cartas de amor (en esa sucesión que va de la infancia con el juguete a la muerte, pasando por la época colegial del libro y la juventud con el amor, como indica Reyes Vila-Belda en
Antonio Machado, poeta de lo nimio, p. 65). El hecho de que sean «inevitables» se puede ver como algo molesto o como algo bueno, como una base sobre la que recordarlo todo.
Las moscas serían como esas personas de la rutina (¿la familia?) que por estar siempre no se valoran, que parece que no han aportado demasiado, pero que nos han ayudado a construir nuestra vida, aunque solo sea por distraernos con su vuelo y enseñarnos que «todo es volar», lo que se puede interpretar de muchas maneras, especialmente con el hecho de que no hay problema en que el tiempo vuele si se vuela con él.
Precisamente el tiempo es el tema que muchos han visto como central en este poema. Así ocurre con Helen F. Grant en «Ángulos de enfoque en la poesía de Antonio Machado» (La Torre, 45-46, p. 460), para quien, además, «Machado tomó a las moscas como símbolos del tiempo […] porque las moscas son “familiares”, “vulgares”, le evocan “todas las cosas” y son símbolos de lo que vuela (como el tiempo)». Asimismo, como algunos otros críticos, relaciona las moscas de Machado con la madalena de Proust, uniendo todas ellas los distintos puntos que conforman la vida con el presente.
En esta línea, en La poesía de Antonio Machado (pp. 45 y ss.), Ramón de Zubiría afirma cosas como esta sobre el poema, mencionado en la sección «El tiempo en las cosas» (antes de «Las cosas en el tiempo»):
Machado quería escribir un poema sobre las moscas, pero he aquí que al mirarlas, más que ver en ellas diminutas partículas de juguetona materia, lo que descubre es una síntesis de su propia vida, de su historia de hombre.
Dice también que las moscas vuelan «sobre el espacio a la par que sobre el tiempo». Porque, además de posarse sobre cosas físicas, «revolotean del hoy al ayer, para convertirse en «moscas de todas las horas» (es asombroso cómo el «ó.a-ó.a-ó.a» de este verso transmite esa idea de animado revolotear).
Una de las claves del poema es esa cercanía de las moscas, lo que se consigue con dos recursos que Reyes Vila-Belda observa en
Antonio Machado, poeta de lo nimio. Por un lado, apelando directamente a ellas con el «Vosotras», con lo que «establece de entrada, un tono conversacional, coloquial y directo con ellas», y aplicándoles adjetivos familiares y humanos (que ya anuncian, según la propia autora, una ruptura con el modernismo) Por otro lado, recordando a las moscas a partir de la tercera estrofa «a través de espacios y tiempos concretos, unidas a emociones específicas».
De esta manera, Machado consigue transformar a las moscas haciendo que esa evocación total pase de ser una carga a algo bonito, en un cambio de perspectiva similar, pero a la inversa, al de la nostalgia cuando el presente se convierte en pasado. Y así el poeta nos anima a reconciliarnos con las pequeñas cosas del presente antes de que se vuelvan inalcanzables en el pasado.
El poema ha tenido bastante repercusión, sobre todo desde que Joan Manuel Serrat
le puso música en su célebre álbum dedicado a Antonio Machado.
Juan Romeu