Los mejores versos de la poesía en español

Un listado de versos sueltos

Hace tiempo, abrí ilusionado el libro de Los 25 000 mejores versos de la lengua castellana que había por mi casa pensando que iba a encontrar un listado de versos sueltos, los más llamativos de nuestra poesía, pero, para mi disgusto, vi que en verdad era una antología más de poemas. Para los que como yo siempre han querido encontrar una selección de versos, aquí ofrezco un listado personal (se agradecen las sugerencias), que iré ampliando poco a poco, con un pequeño comentario por cada verso:

abrir brazos…, así todo ser es alado (Delmira Agustini): Como parte de un poema sobre la sexualidad en el amor, este precioso verso sugiere que entregarse a otros abriendo los brazos nos hace volar, parecernos a ángeles.

Caminante, no hay camino (Antonio Machado): Famosísimo y sonoro verso que, en aparente contradicción, le dice al caminante que no existe un camino, sino que puede ir eligiendo por dónde va.  

compañero del alma, compañero (Miguel Hernández): Verso cuya repetición de compañero en epanadiplosis supone una desgarradora llamada al amigo que, como sabemos, ha muerto.

¡cuánto penar para morirse uno! (Miguel Hernández): Un soneto que empieza «Umbrío por la pena, casi bruno» parecería que no puede ir a mejor, pero Miguel Hernández es capaz de eso y más y, después de ir aumentando el grado de tristeza a medida que avanza el poema, lo remata brillantemente con la lapidaria pero consoladora constatación de que al final esa tristeza encima no vale para nada. 

decilde que adolezco, peno y muero (san Juan de la Cruz): En la búsqueda de su Amado, la amada le pide a los pastores de esta manera tan estremecedoramente gradual que, si le ven, le digan que no puede vivir sin él.

de vos no quiero más que lo que os quiero (conde de Villamediana): Tremendo final para un soneto en el que el amante no quiere ser correspondido en el amor para poder presumir de amar más que nadie, pues no espera nada a cambio, solo «servir sin ser premiado». Con este verso juguetón y fanfarrón dice que le basta con querer para sentirse más que recompensado.

en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada (Góngora): En poesía no es fácil acertar con una enumeración, pero en este verso final de su famoso soneto «Mientras por competir con tu cabello», Góngora roza la perfección al enfrentar esta terrible evolución de un cuerpo al morir con una enumeración de las bellas partes del cuerpo de una joven, a la que llama a gozar mientras pueda, antes de envejecer y, sobre todo, antes de acabar siendo nada.

Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido (Pablo Neruda): Olvidar a una persona amada (a la que ya no se quiere o tal vez se la quiere) es una lucha larga y obsesiva contra el tiempo y contra uno mismo. Y lo que más escuece es lo corto que fue lo que provoca ese largo dolor: un contraste perfectamente captado por Neruda en uno de los mejores versos de uno de los mejores poemas de nuestra literatura. Efectivamente, podía escribir los versos más tristes esa noche.

Hoy es siempre todavía (Antonio Machado): Que en cada momento tenemos la oportunidad de hacer cosas, de arreglar el pasado, de sembrar para el futuro no se podría haber expresado mejor ni de forma más concisa. Todavía es una palabra cargada de esperanza y reconciliación con la vida, como este proverbio.

mi juventud… ¿fue juventud la mía? (Rubén Darío): Rubén Darío tiene un don para hablar de la juventud y al «Juventud, divino tesoro» suma este verso del poema que empieza «Yo soy aquel que ayer no más decía». Aunque él y el modernismo impregnaron sus años mozos con la fragancia de las rosas, esta era «fragancia de melancolía», llena de dolor camuflado que no permitió una juventud sana y feliz (su alma «se juzgó mármol y era carne viva»). ¿Puede llamarse juventud un tiempo doloroso y encima, a la postre, fugaz?

ni envidiado ni envidioso (fray Luis de León): Fray Luis es un maestro en la defensa de la «vida retirada» del «mundanal ruido». Entre otras muchas ventajas tiene la de mantenerse ajeno a ansias y envidias, lo que difícilmente se podría expresar mejor que en este breve verso con una fulminante derivación.

No te veré morir (Idea Vilariño): Con este terrible verso cierra Idea Vilariño su poema más conocido. El desgarro por haber roto la relación con la persona amada la lleva a lamentar perderse algo tan horrible como poder ver morir a esa persona, lo que es comprensible porque en el fondo eso es bella consecuencia de un amor que dura hasta al final, pero a la vez dramático.

pena que vas, cavilación que vienes (Miguel Hernández): La vida es exactamente esto: un vaivén entre penas y cavilaciones, la pena de estar triste y el pensamiento de haberlo estado. Por suerte, el propio Miguel Hernández da una solución en el soneto al que pertenece este verso («Tengo estos huesos hechos a las penas») a este continuo naufragio: el «amor, la tabla» a la que aferrarse.

pero la vida es siempre más larga que el amor (Ricardo Molina): Con esta tajante sentencia en rima aguda, el autor recuerda que el amor suele acabar, pese a lo que creen o quieren creer los amantes, especialmente en su primera relación de juventud.

polvo serán, mas polvo enamorado (Quevedo): Este conocidísimo verso se niega a que el amor acabe, ni siquiera con la muerte. Hasta algo con tan poca vida como el polvo en que queda lo muerto puede seguir amando.

por vos he de morir, y por vos muero (Garcilaso de la Vega): Con este sutil paralelismo, el amante acepta su destino hacia la persona amada, que puede ser legítimamente morir por ella, pues ella le dio la vida.

pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo (Rubén Darío): En su poema «Lo fatal» Rubén Darío envidia la falta de conciencia de las plantas y las rocas que no sienten «el espanto seguro de estar mañana muerto» ni ese paradójico «dolor de ser vivo».

¡que haya un cadáver más qué importa al mundo! (José de Espronceda): Con este verso horriblemente irónico se cierra un tristísimo llanto de amor en el que se muestra como, ante la muerte de la persona amada, alguien puede pasar de amarlo todo a horrorizarse con lo que el mundo es capaz de hacernos vivir sin inmutarse.

¡Qué largos son los días y qué cortos son los años! (José Ángel Buesa): La paradoja de la duración del tiempo según se vea en el presente o hacia atrás se condensa aquí en un paralelismo memorable que nos explica a la vez las largas tardes de domingo y la rápida fugacidad de la juventud.

siempre mañana, y nunca mañanamos (Lope de Vega): ¿Se pueden recriminar de forma más clara y concisa las falsas promesas? La desesperación lleva al poeta hasta a inventar un verbo para acabar ya con las tonterías.

Si me quieres, quiéreme entera (Dulce María Loynaz): Querer es querer por completo o no es querer. Por si este verso no lo deja suficientemente claro, la poeta luego añade: «Si me quieres, no me recortes: / ¡quiéreme toda… o no me quieras!».

si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido (Luis Cernuda): Cernuda reúne aquí de forma magistral amor, vida y muerte para decir que la vida solo merece la pena si se encuentra en ella el verdadero amor; no encontrarlo al menos hace que morir no importe.

soy un fue y un será y un es cansado (Quevedo): En el enlace se ofrece un comentario completo de un verso que muestra a una persona tan abatida por el paso del tiempo que se describe a sí misma con verbos.

¡tenías que estrellarte o que abatirme! (Bécquer): Terrible manera de decir que hay amores imposibles en los que o uno se estrella o se lleva por delante al otro, pero los dos no pueden acabar en pie.

Verde que te quiero verde (Lorca): Aunque en el enlace intentamos dar una explicación, es este verso uno de esos pocos ejemplos en los que se demuestra que a veces la sonoridad y la forma están por encima de cualquier interpretación.

Yo me voy. Estoy triste, pero siempre estoy triste (Pablo Neruda): Sublime manera de expresar resignación ante un fracaso amoroso sin dejarse llevar por la persuasión de la tristeza: para quien siempre está triste, echar de menos no es una razón para seguir amando.

y se murió de perfil (Lorca): Poderosísima forma de decir que la imagen de alguien (Antoñito el Camborio) se queda grabada en el recuerdo para siempre como «viva moneda que nunca / se volverá a repetir».

… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando (Juan Ramón Jiménez): Si este verso es tan recordado es porque refleja de manera insuperable y con insólita humildad por parte del autor lo poco trascendente que es para la naturaleza el paso por la vida del ser humano, incluso para los pájaros alguien con una poesía tan parecida a la de ellos como Juan Ramón. 

* Sé que los poemas son conjuntos que no deberían ser despiezados, pero a veces entrar en la poesía a partir de un verso puede ayudar a hacerla más accesible (hablo sobre ello en Silvia no rima con nada).

Juan Romeu

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