¿Por qué los poemarios de Maresía están comentados? La poesía con ayuda entra

Por Mariángeles García

De todos los géneros literarios, la poesía es, probablemente, el más bonito, pero también el más difícil. No es sencillo acercarse a ella. Nos han dejado siempre tan solos como lectores cuando pretendíamos asomarnos a un poema que no todos hemos conseguido cruzar el umbral.

Maresía ha nacido con una vocación muy clara: hacer que todos leamos poesía. Y para leerla con gusto hay que entenderla antes. No es casual que uno de sus primeros títulos sea un poemario de varios autores denominado Poesía bonita y que se entiende. La última parte del título, «que se entiende», es toda una declaración de intenciones y algo que quienes queremos empezar a leer poesía suplicamos y agradecemos a partes iguales. Pero lo de «bonita» es tan subjetivo que casi parece una osadía titular así un libro. Porque ¿qué es poesía bonita?

«La poesía bonita y que se entiende es la que conmueve en una lectura normal», me respondió Juan Romeu, director de la colección. «Pero este solo es un requisito mínimo en Maresía. Además de conmover, tiene que ser poesía que diga algo nuevo y que transforme: que transforme nuestra manera de sentir, de pensar o simplemente de ver las cosas».

Asiento mientras le escucho decir esto. En cierta manera, estoy de acuerdo. Seguramente exijamos a la poesía una fuerza que no buscamos tanto en otros géneros literarios, aunque siempre es bienvenida. En la poesía buscamos intensidad, queremos versos que nos zarandeen, que nos cojan por la pechera y nos digan «¡eh, tú!, qué te estoy haciendo sentir», porque, si no, son solo un montón de palabras combinadas con mayor o menor acierto tan fáciles de olvidar como el cumpleaños de quien no te interesa.

Pero qué es poesía, vuelvo a preguntar a Juan. Y aquí no está tan clara la respuesta. Al director de Maresía le cuesta menos definir qué no lo es: «Es fundamental no confundir la idea de la poesía como comprensión de los sentimientos con la de poesía como género caracterizado por textos partidos en versos. Se ha llegado a un punto en el que hay más poesía en muchas novelas que en el propio género llamado poesía. Y eso que la poesía en muchas novelas es como las pepitas de oro desperdigadas en los ríos, escasa. Hay que devolver el oro a la poesía y presentarlo en grandes bloques. En los títulos que hemos publicado ya en Maresía creo que lo estamos consiguiendo».

Juan Romeu remarca que no todo cabe en esta colección. No entran, por ejemplo, poemas simplones que digan lo que cualquiera podría decir si dedicara unas horas a escribir, «como ocurre con la poesía facilona en redes de los últimos años», explica sin pelos en la lengua. «La poesía de Maresía es el resultado de meses y años enfrentándose a la vida y encontrando maneras de entenderla, de salir adelante después de comprender que es todo un misterio, pero que aun así vivimos y hay que lidiar con esto. Y, una vez hecho eso, saber materializarlo en palabras. No es fácil, pero hemos encontrado poetas que lo hacen de una manera estupenda».

POESÍA BONITA Y QUE SE ENTIENDE…, PERO EXPLÍCAMELA

Cuando tienes en las manos un poemario de Maresía hay algo que te llama la atención. Hay poemas, obvio, pero van acompañados de las explicaciones de los autores en torno a ellos y de comentarios del propio Juan Romeu.

«Más que pedir que explique lo que ha querido decir, lo que suelo pedir al autor es que cuente algo sobre el poema que permita orientar al lector, que no le deje solo ante los versos. En general, el autor puede decir en qué estado escribió el poema, por qué razón, incluso para qué o para quién. Y eso necesariamente ayuda. El poema no debe ser un acertijo, ni una novela de intriga, sino todo lo contrario, debe ser la solución a un sentimiento. Dificultar el acceso a esa solución no tiene ningún sentido».

Y no le falta razón, saber qué quiso expresar el poeta, en qué circunstancia sintió la necesidad de escribir esos versos, allana la lectura que podamos hacer de él. Probablemente nos sintamos más cómodos teniendo un punto de partida desde donde empezar a leer, saber que nos están hablando de soledad, o de rabia, o de nostalgia, o de aburrimiento o de felicidad…, y no tener que adivinar de qué va todo.

Sin embargo, también le encuentro un pero. ¿Acaso, al pedir al autor de cada poema que explique qué ha querido decir, no se está condicionando la interpretación que pueda hacer el lector? ¿No estamos demasiado atados a lo que el poeta ha querido mostrar y nos obliga, en cierta manera, a vestir un traje que no es nuestro y que no encaja con nuestro cuerpo?

«Creo que, aunque un poema puede tener distintas interpretaciones, para ser un poema real y meritorio tiene que transmitir algo concreto, tener un mensaje, compartir una idea o tratar un sentimiento», me explica Juan, tratando de convencerme. «Cualquier ambigüedad o doble interpretación puede ser valiosa desde un punto de vista artístico o técnico, pero lo que hace no es más que dificultar la llegada al sentimiento y aprovecharse de la poesía para dar valor a algo que, desde luego, no lo tiene poéticamente hablando. Recurrir a expresiones crípticas y otros artificios es propio de quien no tiene nada interesante que decir. Esta práctica ha podido tener su gracia en la historia de la literatura y puede que fuera conveniente explorar ese terreno, pero debería darse ya por superado, sobre todo porque lo que ha conseguido es espantar a muchos lectores que necesitan poesía y que ven que leyendo estas cosas se quedan igual o peor».

Sin embargo, el artificio no debe confundirse con la técnica, con el buen hacer del poeta, y así lo aclara el propio Juan. «Distinto es el caso de la técnica, el ritmo y la musicalidad de un poema, o la rima y otros recursos. Todo eso, que para la buena poesía podría ser prescindible, ayuda, no obstante, a crear el modo o estado de ánimo en el que el camino hacia el mensaje se recorre mejor. Como digo en Silvia no rima con nada, yo tengo momentos en los que leo incluso poemas míos que me suelen gustar y me parecen malísimos. ¿Es que acaso el mensaje es peor? No. Es porque no estoy en un momento apropiado para llegar a él».

Porque esto no va solo de técnica, sino de sentir, que son dos cosas muy diferentes. No eres de un equipo de fútbol, por ejemplo, solo por la brillantez de su juego, sino por lo que te hace sentir al verlo jugar, por la adrenalina que te despierta, por cierto sentido de pertenencia. En la poesía, salvando las distancias, ocurre lo mismo. No puede haber poesía sin buen oficio, sin calidad al componer los versos y jugar con las palabras, pero no te conmoverá, no la sentirás tuya, si solo hay técnica.

PERO, SI ES FÁCIL, ¿POR QUÉ ES NECESARIO EXPLICARLA?

A Juan le brillan los ojos cuando habla de poesía. Se le nota la debilidad que siente por este género y, de algún modo, contagia su entusiasmo. Lleva tantos años leyéndola, tanto tiempo acompañándose de versos, definiendo etapas de su vida gracias a las rimas de grandes poetas, que le encantaría que todos lo viéramos con la claridad que él lo ve. Con la misma nitidez, con la misma necesidad de poesía en nuestras vidas. De ahí esa intención de cogernos de la mano y acompañarnos en este viaje iniciático. Por eso el querer explicar, el allanar el camino a base de comentarios que nos aseguren la pisada. Y, aunque estamos de acuerdo en casi todo, me resulta inevitable hacerle ver la posible contradicción entre remarcar que la de Maresía es una poesía bonita y que se entiende, y, sin embargo, incluir un comentario para aclararla. En qué quedamos, ¿acaso no es fácil y entendible?

«Sí, puede resultar contradictorio o chocante que, justo una colección que presume de poesía que se entiende, sea la que más apuesta por comentarla. Pero, lejos de ser contradictorio, es coherente. Dado que hay muchos tipos de lectores, y muchos lectores de poesía se están iniciando (vuelven tras haber sido espantados), conviene reforzar con comentarios la poesía por muy comprensible que nos pueda parecer a los que llevamos mucho tiempo leyéndola. Esa experiencia nos permite distinguir la poesía más sencilla y que transmite, pero a la vez puede condicionarnos por deformación profesional. Ahí está el reto de los divulgadores, en este caso de los de poesía. Para que no quepa ninguna duda y nadie se quede descolgado, los poemas deben salir comentados».

«Yo, desde luego, ya no concibo publicar poesía sin comentar», continúa respondiéndome con total rotundidad. «No sé si el resto no lo hacen por vagancia, por tiempo, por falta de rentabilidad o porque lo ven innecesario. Supone, desde luego, un gran esfuerzo, pero yo creo que es un esfuerzo que se merece tanto el autor al que un editor publica como el lector al que le llegan los poemas. No hacerlo me parece que solo consigue alejar cada vez a más lectores. Cualquier poemario que publiquemos en Maresía intentaremos que sea, no diré una edición crítica, pero casi, porque los autores que elegimos nos parecen tan buenos y, sobre todo, tan importantes como los grandes autores clásicos. Si no, no publicaríamos nada suyo; no tenemos necesidad».

¿Y QUÉ PIENSAN LOS AUTORES?

Pero, claro, una cosa es la opinión del editor, y otra la de los poetas que quieren publicar su obra con él. ¿Se sienten cómodos explicando sus versos? ¿Cómo han acogido esta condición de Maresía?

«De distintas maneras. Algunos entienden perfectamente lo que les pido y preparan un texto idóneo que contextualiza perfectamente el poema y ayuda a sentirlo mejor, a llegar más fácil al punto de transformación (yo, como editor, me esfuerzo por que todos los poemas tengan ese punto). Otros preparan una introducción sencilla que orienta en parte, pero que no predispone demasiado. Otro (no digo nombre), sin embargo, se negó a hacerlo declarándose incapaz. Para eso estoy yo y otros colaboradores: para intentar suplir el papel del autor como lectores que ya hemos encontrado ese punto. Es otra manera, no tan ideal a mi gusto, pero más que válida. Y luego estoy yo, que saqué Poesías y lágrimas sin comentar, algo de lo que me arrepiento totalmente y que quiero corregir, ya sea por medio de una segunda edición o compartiendo los comentarios por redes sociales».

En Poesía bonita y que se entiende, a la explicación de cada autor sobre sus poemas le acompaña el comentario del propio Juan Romeu. En este caso, además de mostrar lo que el director de la colección entiende de un poema, justifica también por qué ha escogido a cada autor y sus versos para incluirlos en la obra. ¿Difiere mucho tu interpretación de la de los autores?, le pregunto.

«En ocasiones, y eso es lo que puede dar la razón a veces a los que creen en la libertad de interpretación, uno llega a un mensaje transformador que no es exactamente el que ofrecía el autor: un doble sentido en una palabra, la vida personal de cada uno u otra circunstancia pueden motivar esto. De hecho, en el propio libro aparece un caso claro de interpretación inexacta por mi parte. Pero en general, aunque hay cosas que se pueden interpretar de distinta manera, el mensaje es el mensaje y con pequeñas diferencias se llega a lo mismo si el poema dice claramente algo. Cuando no dice nada es cuando se puede entender libremente. Y eso no es poesía. Porque eso se puede hacer con palabras en verso, pero también poniendo una piedra en medio de la gente y pidiéndoles que la interpreten. El mérito es nulo, sobre todo en estos tiempos en los que ya no es ni siquiera algo original».

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