Por una mirada, un mundo

Gustavo Adolfo Bécquer

Por una mirada, un mundo.
Por una sonrisa, un cielo.
Por un beso…, yo no sé
qué te diera por un beso.

Gustavo Adolfo Bécquer


Este es uno de los poemas más conocidos de Bécquer (1836-1870)* y que lleva gustando mucho desde que apareció en El Contemporáneo en 1861 con el título de «A ella». Cuando se le menciona a la gente, se lo sabe de memoria. Pero ¿es realmente poético?, ¿tiene mensaje?

El otro día se lo pasé a mi sobrina María de once años y vino a decirme básicamente que era una chorrada. Bien, pues me fui a mirar el segundo volumen de Teoría de la expresión poética de Bousoño, donde lo comenta, y la verdad es que no se aleja mucho de la opinión de mi sobrina. Considera que como mucho podría sentirse hacia él una «estimación moderada» pese a la fama y a que aparezca en muchas antologías; que en verdad tampoco tiene mucha sustancia, es exagerado, simplón, no consigue envolver al lector.

Luego recordé que en Silvia no rima con nada yo también lo mencionaba y, para mi sorpresa, vi que mi comentario era bastante negativo (ya decía Juan Ramón Jiménez que un poema puede gustar hoy y mañana no):

Es casi una frase de carpeta (sin llegar al nivel de «mi corazón palpita como una patata frita»).

Aun así, ahí intentaba buscarle el punto poético y decía que «la concisión con que lo dice, la forma como lo expresa… explican su fama». Y que en el fondo transmite una emocionante sensación de limitación. Hasta imaginando todo lo que puede llegar a dar alguien por lo que más quiere se queda sin palabras, no encuentra en el mundo nada con que igualarlo. Ese sentimiento de que el mundo no es suficiente para el amor es una de las bases de la poesía. «La poesía empieza donde hay incertidumbre, impotencia, pequeñez, tristeza, vacío, sensación de ajenidad en el mundo», seguía en Silvia.

Y algo parecido viene a decir Luis Gómez Canseco en su comentario en Clásicos Hispánicos. Para él, la forma de coplilla sonora ayuda mucho (los octosílabos siempre son bien recibidos en español) y la gradación en aumento hasta llegar al titubeo genera una tensión apreciable, que culmina con ese no sé que recuerda al «un no sé qué que quedan balbuciendo» de san Juan de la Cruz. David Araújo me dice: «Por una mirada acaba muy bien. Yo creo que todo está orientado a acabarlo; lo otro es paja, pero sin esa paja no hay final».

Y, verdaderamente, se pueden celebrar algunos aspectos del poema. La estructura paralelística con el «por X, Y» rota por el «yo no sé» es cuando menos vibrante. Y la omisión del verbo dar hasta el final refuerza la tensión —además de ofrecer un ejemplo de elipsis muy socorrido para manuales y diccionarios (en el primero al que voy a comprobarlo, el de términos literarios de Akal, se incluye)—.

Además, tenemos la aliteración (repetición de sonidos), que empieza con la de la [m] y la [d] en el primer verso, lo que puede reflejar sollozo (recuérdese para la [m] el verso «verme morir entre memorias tristes» de Garcilaso). En el segundo, también se repiten sonidos (de la [s] o la [z] dependiendo de si Bécquer seseaba o ceceaba; ¿alguien puede confirmarlo?). Y, curiosamente, en el último verso se perdió aún otra, pues en la versión de 1861 se decía «qué te daba por un beso», con una [b] más (luego ya en 1865 pasó a diera en El Eco del País). Sin olvidar la repetición en espejo en el tercer verso del eso de beso y el ose de no sé, como si la situación se diera de repente la vuelta al quedarse sin palabras (el título que le puso en 1866 en El Museo Universal fue «No sé»).

En fin, no se puede decir que esta rima sea el mayor logro de Bécquer, pero es comprensible su éxito y su memorabilidad. Cuando le mandé a mi madre la primera parte de este comentario en un intento fallido de grabación por el Retiro, contestó: «A mí me parece muy romántico y bonito lo que dice. Soy muy antigua ????????‍????». Quizá en la actualidad exigimos más de lo debido a la poesía.

Juan Romeu


* Para los más curiosos, en este artículo de José María Fernández Cardo se puede encontrar un poema de Victor Hugo (que termina «L’éternité, l’espace, et les cieux, et les momies, / pour un baiser de toi!») y una cantiga portuguesa que pudieron servir de inspiración a Bécquer.

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