soneto

Composición de catorce versos repartidos en dos cuartetos y dos tercetos.

El soneto es una de las composiciones poéticas más populares y a la que han recurrido más poetas. Así hablo de él en Silvia no rima con nada:

De Lope de Vega nos tuvimos que aprender en el colegio el soneto al soneto […]:

Un soneto me manda hacer Violante,
que en mi vida me he visto en tal aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallara consonante,
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

Por el primer terceto voy entrando,
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.

Lo primero es que un soneto son 14 versos […]. Los 14 versos se dis­tribuyen en dos cuartetos y dos tercetos (4 + 4 + 3 + 3 = 8 + 6 = 14). En los cuartetos rima el primer verso con el cuarto y los dos de en medio entre ellos, y el segun­do cuarteto tiene la misma rima que el primero. En los tercetos hay más variación, pero la que a mí más me gustaba era exactamente la del soneto de Violante, esto es, que rimen el primero y el tercero del primer terceto con el segundo del segundo terceto, y el segundo del primer terceto con el primero y el tercero del segundo terceto, en una especie de tercetos encadenados. Cual­quier otra opción me parecía que no rimaba suficien­temente bien. Además, como se ve (Violante / delante; aprieto / soneto), la rima es consonante. […] Los versos tienen 11 sílabas (son endeca­sílabos). Aunque para mí un soneto puro es este, se llama soneto a composiciones con características algo distintas, incluso muy distintas. Mi padre era experto en añadir «No es un soneto» como comentario en mu­chos de los sonetos así llamados que para él no lo eran exactamente. Por ejemplo, lo hizo en muchos de los Cien sonetos de amor de Neruda, quien combinaba dos estrofas de cuatro endecasílabos con otras dos de tres, pero no respetaba la rima del soneto o directamente ni incluía rima. Y apuntó entre paréntesis «(No es un)» delante de «Soneto» en uno de Antonio Machado que venía en Entre el clavel y la rosa (el que empieza «De mar a mar entre los dos la guerra») porque la rima de las estrofas de cuatro versos es primero con tercero y segundo con cuarto (es decir, son serventesios en vez de cuartetos).

En efecto, hay muchas variantes de sonetos, ya sea por la disposición de la rima o por el número de sílabas. Por ejemplo, además de Machado, el poeta renacentista Diego Hurtado de Mendoza (1503 o 1504-1575) hizo algunos con serventesios en las dos primeras estrofas (rima ABAB), como en:

Como el triste que a muerte es condenado
gran tiempo ha, y lo sabe y se consuela,
que el uso de vivir siempre en cuidado
hace que no se sienta ni se duela.

Y muchos se decantan por tercetos con rima ABC-ABC, lo que, como digo en Silvia no rima con nada, no me gusta porque me parece que se llega a perder la vinculación de la rima. Un ejemplo del renacentista Fernando de Herrera (1534-1597):

Tal vez prüebo —mas ¿qué me vale?— alzarme
del grave peso que mi cuello oprime;
aunque falta a la poca fuerza el hecho.

Sigo al fin mi furor, porque mudarme
no es honra ya, ni justo que se estime
tan mal de quien tan bien rindió su pecho.

¿Se ve? Y Rubén Darío escribió sonetos con versos de 13 o 14 sílabas (alejandrinos), como se ve en el famoso poema de Caupolicán:

Es algo formidable que vio la vieja raza:
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.

Después de presentar el soneto en Silvia no rima con nada, me desahogo y muestro mi ya menor aprecio por esta composición (de forma algo exagerada para ver si así incito a la gente a leer por reacción):

[…] Aunque me hayáis visto elogiar algunos de los poemas anterio­res, me dan todos mucha pereza. […] Le cogí profunda manía al soneto y al endecasí­labo. […] Creo que ha hecho bastante daño a la poesía en español en general. Lo siento, pero a mí no me resulta natural. Y mira que yo llegué a escribir más de cien sonetos […], pero todos, incluso los que suenan medio bien, hoy me resultan muy artificiales y ajenos. Y así me pasa con casi toda la poesía medida, sobre todo la clásica.

Aunque vaya de chulito y me queje, debo reconocer que este tipo de poema —importado del italiano por Boscán y Garcilaso— ha dado buenos frutos en español. Algunos de mis sonetos favoritos son el famosísimo «Amor constante más allá de la muerte» de Quevedo:

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no, de esotra parte, en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

o este de Lope de Vega sobre la paciencia de Jesús ante nuestros continuos desplantes:

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras
pues no te abría! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el Ángel me decía:
«Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!».

¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!

¿Cuál es vuestro soneto favorito? ¿Habéis escrito alguna vez uno? ¿Os animáis a hacerlo y a compartirlo en comentario? Si nos gusta, lo compartiremos con comentario en nuestra sección de «Poemas».

Juan Romeu

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