«Coplas a la muerte de su padre»: primera estrofa
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiera tiempo passado
fue mejor.
Jorge Manrique
Escribió Jorge Manrique las coplas como elegía tras la muerte en 1476 de su padre, don Rodrigo de Manrique, caballero español, noble y poderoso, que luchó contra los musulmanes, hermano, además, del poeta Gómez Manrique.
Utiliza para ello una estrofa, la copla de pie quebrado (existente desde mediados del siglo XV, a partir de Juan de Mena), cuyo ritmo entrecortado encaja a la perfección en un canto de duelo: cada pie quebrado de cuatro sílabas (como «contemplando») es como una pausa corta que acelera la respiración tras los dos versos precedentes de ocho.
El poema empieza incitando al alma a despertarse (que es lo que significa aquí recordar), a espabilar para que se dé cuenta de lo rápido que se pasa la vida, de lo rápido que «se va el plazer» y el dolor que produce recordarlo luego. Concluye esta primera estrofa (formada por dos semiestrofas) con una reflexión que ha llegado hasta canciones de nuestros días (como El baúl de los recuerdos de Karina): «cualquiera tiempo passado / fue mejor».
La rígida estructura anafórica y paralelística de los versos «cómo se passa la vida, / cómo se viene la muerte» reflejan a la perfección la rigidez del irreparable tiempo (el «fugit irreparabile tempus» de las III geórgica de Virgilio).
Con respecto al ritmo acentual, Navarro Tomás (p. 74 aquí) destaca cómo el cambio acentual de los primeros versos, donde el primer acento recae en la segunda sílaba, a los siguientes, donde recae en la primera, hace que se pase de un tono ascendente para despertar a uno descendente y serio para sentenciar. El propio Navarro Tomás dijo de la sextilla de pie quebrado que es «la más armoniosa de las estrofas octosílabas».
Pese a no ser un original en el tema, este primer conjunto sí lo es en la forma de tratarlo y consigue hacer que en solo doce versos uno entienda bien que la muerte hay que tomarla con tristeza, pero también como una oportunidad de despertar y aprovechar la vida.
Juan Romeu