[16°52’25.4”N 99°53’08.2”W]
Cómo ubico en un mapa
el día en que nací,
el hospital en que mi madre dijo
esto es el mundo.
Cómo hallo en el tiempo
una imagen que no existe más
en la memoria,
si la memoria no puede medirse en latitudes.
A qué altura
el afilar de un beso,
qué latitud incrusta los recuerdos
cuando armo mi propia geografía.
Por qué a veces la imagen me devuelve
un instante que aún revolotea
aunque esté atravesado por los años;
alguna coordenada
que la razón lamenta haber perdido
y otra que no deja vivir
de tan presente.
María José Coronado, autora de Maresía, nos recomienda este precioso poema del poeta mexicano Ángel Vargas (1989), incluido en su poemario El viaje y lo doméstico (Praxis/Secretaría de Cultura de Guerrero, 2017), y nos ofrece este comentario en forma de poema:
Quizás haya un torrente sin cartografiar junto al árbol de cada nacimiento.
Puede que de él caigan hojas oxidadas de memorias anteriores al cóndor,
y que, entre todas, creen el pueblo de los paisajes futuros.
Mientras tanto, somos aire en voz de tierra, intuición,
dibujantes sin versar en coordenadas y latitudes para el tiempo.