Detrás de la pata de la cama
Detrás de la pata de la cama.
Ahí he acabado.
Después de una ruta larga,
de conocer montañas
y alzar colinas.
He tenido que volver a casa.
Abrir una mochila vacía
con la sensación de que el camino
no ha valido para nada.
Ojalá encuentre el motivo.
Ojalá descanse las ganas.
Y vuelva a salir a ver el cielo.
Por ahora solo quiero
esconderme en las cortinas
que hay al lado de la cama.
Ojalá reúna fuerzas,
ojalá soltar el pecho.
De momento soy de paja.
El viento me llevaría lejos.
Solo quiero tumbarme
tras la pata de la cama.
Qué amarga tristeza emana este poema. Todo empieza con el deseo de la persona —que se entiende que acaba de sufrir una inesperada ruptura amorosa— de esconderse detrás de la pata de la cama. Todos sabemos que una pata de la cama no es lo suficientemente ancha, pero cualquier lugar sirve para esconderse cuando se está desesperado. La situación recuerda —y eso le da, por la inocencia que se palpa, un patetismo extra— a cuando en los dibujos animados los personajes desaparecen por completo tras objetos más finos que ellos.
El contraste es evidente para alguien que ha conocido montañas y ha alzado colinas y que ahora se ve con la mochila vacía (qué estremecedora y acertada es la imagen de una mochila vacía). Es alguien que ha tenido que volver a casa, otro verso escalofriante que presenta como una obligación algo que suele ser un placer; pero cómo va a serlo si ya no está ahí quien tenía que estar.
Si al menos hubiera algún motivo por el que todo esto hubiera pasado. Pero es muy difícil encontrarlo, y más cuando no se puede hacer lo que habría que hacer para recuperarse: reunir fuerzas, salir fuera, soltarse. Eso es imposible para el que aún es paja que podría ser soplada por el viento (¿el lobo feroz?). Ahora solo queda tumbarse «tras la pata de la cama», esconderse entre las cortinas y esperar a querer y poder «salir a ver el cielo».
Con su característico estilo inocente (casi infantil), Mario Díaz define con emocionante exactitud el momento de volver a casa tras una ruptura, en un poema que podría verse como una versión «casera» (en el sentido de ‘doméstica’) y cercana de «Donde habite el olvido» de Cernuda. En lugar de «allá, allá lejos», tenemos aquí un aquí, aquí cerca de la cama donde estuve con la persona amada, pero «detrás de la pata de la cama» o escondido entre las cortinas.