Dices que estás triste
Dices que estás triste pero estás bien:
no se te ve preocupado.
Es que estar triste
no es del todo malo.
Es como tener un cajón vacío
y no saber con qué llenarlo.
Es como andar hacia atrás
sin saber lo que se está pisando.
Es como rascarse uno mismo
sin gusto pero en el punto exacto.
Es como besar a alguien
de quien no se está enamorado.
¿Y todo para qué?
Para empezar de nuevo
y no sentirse fracasado.
Para avanzar sin ver adónde,
pero seguir avanzando.
Para aprender a estar solos,
por si caemos enamorados.
Para saber perder a alguien
sin que nos amargue la culpa de que se haya marchado.
Estar triste no es una opción de algunos.
Estar triste no es innecesario.
Estar triste es la emoción que todos
para encajar los golpes de la vida
necesitamos.
Este poema abre mi poemario inédito No es malo estar triste (2015) y se incluye en Poesías y lágrimas I. Arrepentido por haberlo publicado sin comentarios, estoy comentando poema por poema en mi cuenta de Instagram. Así he comentado «Dices que estás triste»:
Empezaba 2015 y yo, después de haber defendido la tesis y haber tenido un pequeño trabajo en un diccionario de unos meses, estaba en paro. El 2 de enero, mi abuela —de esas que son como segundas madres— se murió. Menos mal que en diciembre había empezado a salir con quien hoy es mi mujer, Silvia (sí, la de Silvia no rima con nada). En esa mezcolanza de sentimientos estaba sumido yo, entre la tristeza de lo que acaba y la esperanza de lo que empieza. Y así, después de bastantes años (quizá desde 2008) sin escribir demasiada poesía (la tesis en lingüística teórica tuvo mucho que ver), volví a escribir mucho cada día (tener tiempo ayudaba).
Fue en esa época donde nacieron poemas como este. Yo sentía cierta tristeza, cierta sensación de fracaso, de no haber encajado, de comprobar que querer mucho a una persona no implica que viva para siempre (y casi de sentirme culpable por ello), pero a la vez no podía consentir rendirme. Y entendí que la tristeza (que es inevitable y no algo que uno elija) puede ser útil si se enfoca bien, si se ve como un cajón vacío que se puede llenar o como todas esas cosas que, sin ser placenteras del todo, ayudan (me gustaba eso de «rascarse uno mismo / sin gusto, pero en el punto exacto»). De ahí que alguien (quizá Silvia) me comentara que le impresionaba no verme preocupado ante la tristeza (principio del poema), comentario que dio pie a los demás versos.
Este fue el núcleo de un poemario que se llamaría No es malo estar triste, en el que se incluyen muchos poemas tristes (de los que asustan a mi madre), que en verdad resultaron terapéuticos: me ayudaron a poner a la tristeza en su lugar y a aprovecharla.
Como digo al final de este poema (recordando los golpes de la vida de César Vallejo en «Los heraldos negros»), estar triste ayuda a encajar esos inevitables golpes, nos ayuda a estar preparados. Eso sí, no podemos dejar que la tristeza nos impida seguir avanzando, aunque haya momentos de la vida en que no veamos hacia dónde.
Una curiosidad sobre mi estilo que se ve en este poema es mi gusto por plantear una estrofa (la que empieza «Es que estar triste…») que se contesta verso a verso en otra posterior (aquí la que sigue al contundente «¿Y todo para qué?»). De esta manera, «para empezar de nuevo y no sentirse fracasado» contesta a «Es como tener un cajón vacío y no saber cómo llenarlo» y así sucesivamente.
Por último, no querría pasar por alto los versos «Para aprender a estar solos, / por si caemos enamorados». ¿Qué quise decir? Que la soledad, incluso en pareja, está ahí y hay que conocerla y comprenderla; primero, para que no nos sorprenda sentirnos solos aun teniendo un amor correspondido, y, segundo, para que, cuando venga la soledad (por los ratos que estemos sin la persona amada o porque se vaya para siempre), no sea capaz de asustarnos con miedos nuevos: habiendo trabajado la tristeza, ya los tendremos todos previstos y asumidos. Lo conocido asusta menos.