Es normal que no te guste la poesía

No te gusta la poesía, ¿verdad? Pues puedes estar tranquilo, porque es normal.

Cómo te va a gustar si en el colegio te ponían «Volverán las oscuras golondrinas / de tu balcón sus nidos a colgar» y lo único que te pedían era que buscaras un hipérbaton. O te hacían aprenderte el soneto de «Érase un hombre a una nariz pegado» —muy ingenioso, pero poco poético—, o la «Canción del pirata» de Espronceda, sin dejarte ver más allá de la musicalidad y la épica romántica. O te soltaban las coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique y ni siquiera te decían que en «Recuerde el alma dormida» ese recuerde se debe entender como ‘despierte’.

Había que ser expertos en figuras literarias y estrofas que ni quien te las enseñaba entendía. Es decir, te enseñaban todo lo que debe quedar en un segundo plano y ni hacían mención a la sustancia, a la esencia de la poesía: el mensaje transformador. Es como si te ponen una canción y, para disfrutarla, te obligan exclusivamente a saber las notas que la componen.

Te deberían haber explicado que el poema de Bécquer de las golondrinas es un terrible canto a la pérdida de la ilusión en el amor. Los amantes ya no van volver a sentir que la naturaleza está de su parte, que las golondrinas se paran a mirarles, que las madreselvas lloran: ya nunca se querrá así.

Te deberían haber dicho que Quevedo, aparte de sonetos caricaturescos, los tiene espectaculares, como el de «Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!», en el que, al contemplar las ruinas de la ciudad eterna, se da cuenta de que lo que al final «permanece y dura» no es lo firme, sino lo que corre, «lo fugitivo», el río Tíber.

Debían haberte mostrado la «Canción del pirata» como un canto de libertad en la propia vida; si no la vivimos de forma valiente, estaremos condenados a perderla:

Y, si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di.

Te debieron explicar que las coplas de Manrique son, además de un precioso homenaje al padre, una reflexión sobre lo rápido que pasa la vida y lo poco que nos paramos a apreciarla. Para cuando nos damos cuenta ya es tarde:

No mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
des que vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.

¿Que a ti ya te lo explicaban todo así? Entonces, seguro que te gusta la poesía. Para los que no tuvieran esa suerte, en Maresía estamos intentando transmitir ese mensaje transformador con nuestros libros, que contienen poemas bonitos y que se entienden y que están siempre comentados para ayudar al lector a encontrar esa esencia. También tenemos libros sobre poesía —como Silvia no rima con nada o Tú dices… Bécquer decía… — para acercar al lector a poetas clásicos y explicarles cuál es su valor. Y además compartimos y comentamos brevemente cada día un poema en redes que consideramos que puede ayudar a reflexionar.

Es normal que hayas estado distanciado de la poesía —y más viendo que hoy muchos autores se amparan en la técnica y la oscuridad para ocultar que no tienen un mensaje transformador detrás—, pero, si te apetece vivirla, en Maresía te lo ponemos fácil.

Y así, disfrutando de la poesía como se debe, a través del mensaje, irás viendo cómo tu vida cambia a mejor y contribuirás junto a otros lectores de poesía a crear un mundo cada vez más poético pese a los que se empeñan en que no lo sea, pese a los que no quieren que leas poesía.

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