la cicatriz

Recuerdo de la herida; dolor pasado.

En poesía, la cicatriz es el recuerdo de la herida, pero a la vez es el dolor pasado ya cerrado.

Uno de los mejores poemas sobre esto es el precisamente llamado «Las cicatrices» de Piedad Bonnett en Explicaciones no pedidas (Visor, 2011). En él las cicatrices se presentan como «la forma / que el tiempo encuentra / de que nunca olvidemos las heridas», pero desde un punto de vista optimista, como el final del dolor, como se ve en los primeros versos del poema: «No hay cicatriz, por brutal que parezca, / que no encierre belleza».

En Poesía bonita y que se entiende (Maresía, 2023), Beatriz Minaya retoma esta idea diciendo que recordará siempre, para evitar que se aprovechen de ella y «prever el dolor», «de cada cicatriz su causa y nombre». En esta misma antología, Pilar Roig Ferreruela también presenta la cicatriz como el vehículo para evitar olvidar: «la herida cura, pero la cicatriz eterniza».

Y en esta línea Mónica Carrillo en un poema de El viento nos llevará (Planeta, 2023) habla de la «cicatriz que sangra, / que abre la herida / Y prefiere recordar» y Sara Búho (La Línea de la Concepción, 1991) en «Cicatriz» recuerda —tirando de eslogan de crema solar— que «La piel perdona, / pero no olvida» para hablar de esa piel de la cicatriz que «nunca es la misma» que antes.

Por su parte, Andrea Aguirre (Buenos Aires, 1980), en uno de los poemas de La cicatriz y la huella (Bajamar Editores, 2023), compara la huella, que «se borra fácilmente», con la cicatriz, que «es pertinaz y no duele», para concluir de esta manera tan espectacular: «Amamos la huella, pero es frágil. // Quizá deberíamos amar también / la cicatriz». La autora argentina, en otro de sus poemas, «Anochecer», ofrece uno de los grandes aciertos relacionados con la cicatriz con el verso «Llorábamos cicatrices como los niños rotos» al hablar de una infancia marcada por la muerte del padre.

La cicatriz también se presenta a veces como recuerdo de la maternidad. Y así, por ejemplo, en el poema «Madre primeriza» de La materia de este mundo (Gog y Magog Ediciones) de la poeta estadounidense Sharon Olds (1942), encontramos estos versos:

me habían cortado con un cuchillo
y cosido, los puntos tiraban de la piel –
y la primera vez que te rompen, no sabes
que vas a cicatrizar, mejor que antes.

Y la cicatriz también se puede ver como carne que ya no siente, como refleja, por ejemplo, Paula Sánchez Santiago (Madrid, 1996) al decir que «toda la piel es ahora tejido cicatricial» en su poema «Alondra» —incluido en Poesía bonita y que se entiende 2 (Maresía, 2024)— en referencia a que ya no se siente ni la belleza ni la poesía en la ciudad.

Sea como sea, las cicatrices —que Ada Salas (1965) definió como los «libros que se escriben sobre la carne misma»— son en general recuerdo de la herida y pueden verse como muestra de haber superado el dolor, como algo positivo que enseña y que hasta se puede envidiar, como parece ocurrirle a Luna Miguel en «Cicatrices»: «Mi vida no tiene cicatrices. Solo manchas». Lo negativo es cuando, pese a lo que parece, la herida no ha cicatrizado realmente, como expresa Alejandra Lerma (Cali, 1991) en su espectacular poema «Cicatriz» :

Todo es mentira
No tengo cicatrices
sigo siendo herida abierta

¿Y tú? ¿Conoces otros poemas que hablen de cicatrices? ¿Qué simbolizan en ellos?

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