Poesía para empresas

Una selección de poemas para el mundo empresarial.
La poesía es una herramienta fundamental para mover el ánimo. Algunos poemas bien elegidos y presentados pueden servir para que los equipos encuentren los estímulos necesarios para llegar a los resultados esperados. Aquí ofrecemos una selección de cinco poemas clásicos enfocados a la empresa.
 
1. «A mi buitre» de Miguel de Unamuno: para los momentos de más carga laboral y angustia
 
Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero
labra mis penas con su pico corvo.
 
El día en que le toque el postrer sorbo
apurar de mi negra sangre, quiero
que me dejéis con él solo y señero
un momento, sin nadie como estorbo.
 
Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía
mientras él mi último despojo traga,
sorprender en sus ojos la sombría
 
mirada al ver la suerte que le amaga
sin esta presa en que satisfacía
el hambre atroz que nunca se le apaga.
 

Todos cargamos con un buitre que nos devora por dentro, sobre todo en esas épocas en las que más angustiados estamos. Una solución para librarse de él es, como dice el poema, morirse y así evitar que se pueda alimentar más de nosotros. Pero lo ideal es resistir y conseguir librarse de él, o, como mínimo, aprender a convivir teniendo comida para darle y que no necesite devorar nuestras entrañas. Para eso es importante encontrar motivaciones que nos mantengan siempre a salvo o que nos regeneren cuando el buitre nos hiera «con su pico corvo».


2. «A un olmo seco» de Antonio Machado: siempre hay que tener esperanza
 
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
 
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
 
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar mañana
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
 

Ese milagro de la primavera era que Leonor, la esposa de Machado, se recuperara de una grave enfermedad. Aunque pocos meses después murió, el poema nos invita a tener esperanza en los peores momentos y, sobre todo, a saber buscar lo bueno en cualquier lugar, incluso en un «tronco carcomido y polvoriento». Puede que la esperanza no logre nada, pero menos logra vivir momentos duros con tristeza. Cuando uno se sienta como un olmo atravesado por un rayo y medio podrido, hay que fijarse en esas pequeñas «hojas verdes».


 
3. «A Roma, sepultada entre ruinas» de Quevedo: siempre en movimiento
 
Buscas en Roma a Roma, ¡oh, peregrino!,
y en Roma misma a Roma no la hallas:
cadáver son las que ostentó murallas
y tumba de sí proprio el Aventino.
 
Yace donde reinaba el Palatino
y, limadas del tiempo, las medallas
más se muestran destrozo a las batallas
de las edades que blasón latino.
 
Solo el Tíber quedó, cuya corriente,
si ciudad la regó, ya sepultura
la llora con funesto son doliente.
 
¡Oh, Roma!, en tu grandeza, en tu hermosura,
huyó lo que era firme y solamente
lo fugitivo permanece y dura.
 
El peregrino encuentra solo ruinas en Roma; curiosamente, lo único que permanece igual es el río que fluye. En la empresa hay que estar siempre en movimiento, en constante cambio para no perder la frescura. No hay que acomodarse ni cuando, como Roma, se vivan etapas de esplendor. El constante fluir no debe implicar, sin embargo, dejar de ser uno mismo.

 

4. Soneto XXIII de Garcilaso de la Vega: aprovechar los buenos momentos

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.

Garcilaso y muchos otros advertían a las jóvenes que aprovecharan su juventud, que luego se arrepentirían de no haberlo hecho. Muchas veces era para animarlas a que fueran un poco menos remilgadas en el amor, pero, aplicado a la empresa, lo que se aprende es que no hay que relajarse cuando las cosas van bien: es el momento de arriesgar y darlo todo, porque luego vienen, irremediablemente, los malos tiempos y ya la reacción no es sencilla. Un poco como lo de la cigarra y la hormiga: «Dime, pues, holgazana, 
/ ¿qué has hecho en el buen tiempo?» (Samaniego).


5. «En paz» de Amado Nervo: llevar el volante
 
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
 
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
 
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
 
…Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
 
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan solo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas…
 
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
 
A veces cuesta darse cuenta de que nosotros mismos somos los causantes de nuestros propios problemas: plantamos cardos y queremos cosechar rosas. No, para cosechar rosas, hay que plantar rosales. Y para eso hay que darse cuenta de que tenemos el poder de decidir lo que ocurra, somos arquitectos del destino si somos conscientes de que podemos llevar el volante de la vida y dejamos de culpar a lo exterior, asumiendo sus limitaciones y las nuestras.

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