y, si habla mal de España…, es español

Mi feliz descubrimiento de Joaquín María Bartrina.

Por Juan Romeu

Para la poesía del día del 2 de julio (que voy sacando de la antología Amor cada día de la editorial Emporion, que encontré un día en casa de mi madre) tocaba una de un tal José María Bartrina. Me podía llegar a sonar, pero tuve que buscar quién era. Lo primero que descubrí es que en realidad se referían a Joaquín María Bartrina (1850-1880).

El poema no era muy bueno (de esos sensuales con poca poesía al estilo de las odas anacreónticas de Meléndez Valdés, muy parecida a la que subí el 18 de junio). Pero mirando en Wikipedia sobre el autor descubrí que Dragó usó el último verso de uno de sus poemas como título de uno de sus libros («y si habla mal de España… es español»), perteneciente a este poema:

Oyendo hablar un hombre, fácil es
saber dónde vio la luz del sol.
Si alaba Inglaterra, será inglés.
Si reniega de Prusia, es un francés,
y, si habla mal de España…, es español.

Me he metido en la Biblioteca Virtual Cervantes para verificarlo y así era. He aprovechado para leer algo más y, entre otras sorprendentes perlitas, he encontrado un poema en el que explica cómo uno («un tal Juan, que por imbécil brilla») sigue mal una receta supuestamente fácil para hacer un huevo, lo que le sirve para terminar diciendo:

Te enseñará esta fábula alegórica
que, a menos de que salgan muy perversos,
no bastan para hacer bonitos versos
las reglas de un tratado de retórica.

He seguido leyendo más poemas con gusto y me he ido a hacer lo de siempre: mirar si en las antologías que tengo por casa aparecía el autor. He ido directo a la Poesía española del siglo XIX de Cátedra y allí estaba, con dos poemas, «Madrigal futuro» y «De omni re scibili», ambos en los que reduce a algo científico el amor y los sentimientos. El segundo es largo, pero es especialmente bueno, porque, después de decir cosas como que «el genio es un producto del sistema / nervioso central» o que «gozar es tener siempre electrizada / la médula espinal», acaba diciendo:

Mas, ¡ay!, que cuando exclamo satisfecho
«¡todo, todo lo sé!…»
siento aquí en mi interior, dentro mi pecho,
un algo…, ¡un no sé qué!…

Todo lo cual no solo me parece bonito, sino que me recuerda a un poema mío que viene a decir que el amor son solo hormonas, pero que lo que importa es la unión con las de otra persona.

Luego me he ido a Las mil mejores poesías y ahí aparecían los dos poemas anteriores, junto con el del verso de Dragó y otro bastante gracioso y sarcástico («A quien yo sé»).

Ha sido, en fin, un grato hallazgo. He estado mirando algún libro suyo para comprarme, como Algo, pero, como solo está en ediciones antiguas, de momento me contentaré con leer más en Cervantes y buscar el libro en la cuesta Moyano algún día que me acompañe Mario Díaz.

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