Cosas felices

Valle Mozas

Estuve durmiendo en una noche de dos años
y un día sentí miedo de la felicidad
y de lo que podía hacerle a mis poemas.
—Creo que solo soy capaz
de escribir cosas tristes
—le confesé a una amiga.
Ella me dijo que no.
Que solo tenía que escucharme hablar
de todo lo que me gusta
para ver el poder que tengo
al explicarlo.
He nadado en la profundidad
de lo que me hace feliz
y he sentido que todo estaba formado
por una lista de razones básicas,
pero luego he pensado que nadie
tiene que encontrarse en ellas.
Solo yo.

Me hace feliz escribir
porque dejo de percibirme
como una extraña en este mundo.
Se parece a despertarte pronto
y que todavía sea de noche;
sentir que has vivido antes
de que el sol te obligue a cumplir
otros planes.

Me hace feliz que ya no me importe
si transito la calle de volver a empezar
o la de empezar a volver.
Todo lo esencial se crea
cuando elijo ser incomprendida
antes que traicionar lo que quiero.

Me hace feliz ver
a las personas de mi vida
superar aquello de lo que no hablan
y compartir la carrera aunque
la meta sea suya.
Me hace feliz volver a casa
y sentir el amor
de una familia
que me lee antes que nadie.

Me hace feliz que a estas alturas
él me siga regalando primeras veces
y compartamos el sueño de vivir
en este viaje
sin retorno.

Me hace feliz que todo el que
me acompaña me enseña,
pero no busca cambiarme
porque me quiere
diferente.

Me hace feliz no haber dejado de escribir
cuando la esperanza
se sentía en vano;
crear es un placer eterno
y ahora tus ojos
pueden encontrarme
cuando quieran.

Valle Mozas


Es importante pararse a pensar qué cosas nos hacen felices para poder entender que no pasa nada por estar tristes de vez en cuando. Esto hace Valle Mozas en este valiosísimo poema.

Y lo hace yendo al grano: dando un listado de cosas que le dan felicidad. Lo que se desprende de todos los puntos es esa satisfacción de sentir que se pertenece al mundo, que se comparte la vida con gente que enseña, pero dejando intacta nuestra personalidad. Esta influencia que acompaña y no obliga (no como el sol) hace que se esté bien tanto en la ida como en la vuelta, lo que se refleja muy bien con el retruécano de «Me hace feliz que ya no me importe / si transito la calle de volver a empezar / o la de empezar a volver».

Y esto solo se logra manteniéndose firme («elijo ser incomprendida / antes que traicionar lo que quiero»), mostrando a los demás lo que somos. Una buena manera es escribiendo; de ahí que escribir y, sobre todo, ser leído sea otra de las cosas felices para Valle («crear es un placer eterno»).

De esta forma seremos siempre nosotros mismos y la persona que nos busque podrá encontrarnos cuando quiera, no tendrá que esperar para empezar el viaje, ahora sí, «sin retorno»:

ahora tus ojos
pueden encontrarme
cuando quieran.

La tensa objetividad del formato de lista del poema representa la metodicidad necesaria para lograr el objetivo de ser uno mismo. Recordemos: las cosas felices no nos las tiene que imponer nadie, «nadie / tiene que encontrarse en ellas»; cada uno tiene que encontrarse con las suyas propias para poder hacerlas verdaderamente suyas y sentirlas como «razones básicas». En este sentido, quizá el verso más importante sea «Solo yo», sumado a la preciosa idea de compartir entre todos una carrera, aunque la meta sea la de los otros.

Con este poema, Valle allana mucho el camino para que otros consigamos aprender a encajar la tristeza, pero también la felicidad, y perder a esta última el miedo que, sorprendentemente, en algunas épocas (sea una ¿exagerada? «noche de dos años» o menos) se le tiene.

Podéis encontrar este y otros preciosos poemas de Valle en El comienzo (Maresía, 2023).

Juan Romeu

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