Soneto V
Escrito está en mi alma vuestro gesto
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribistes; yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto;
que, aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero;
cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
Este es uno de los sonetos más conocidos de la poesía en español. No solo por su impecable fabricación, sino por el mensaje que transmite y cómo lo va presentando.
Empieza diciendo en la primera estrofa que la amada está tallada en su interior, hasta el punto de que todo lo que pueda decir de ella es simplemente leerlo.
En la segunda estrofa muestra su rendición eterna a la persona —visualmente reflejada en la aliteración del primer verso (esto-estoy-estaré)—, de la que amará hasta lo que se le escapa por la superioridad de esta gracias a la fe que le profesa, como a un dios.
Y, por si fuera poco, en los dos tercetos finales se desata y le dice directamente que el sentido de su vida es quererla: es lo que le viste (hábito en el sentido de prenda de vestir) y su rutina natural (hábito en el sentido de costumbre). Y que, puesto que gracias a ella su vida tiene sentido y vive, cuando muera también será por ella (con la doble interpretación de dar la vida por ella y morirse de ganas por alcanzarla).
En resumen, este soneto es una declaración total de amor entregado con versos difíciles de igualar.